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No, el pan mohoso no descubrió la penicilina, sino que fue un hongo similar al que se encuentra en el pan el que llevó al descubrimiento de este antibiótico.

El bacteriólogo escocés Alexander Fleming descubrió la penicilina en 1928. Fleming observó que un moho cultivado en un cultivo de bacterias mataba algunas de las bacterias. El moho era una cepa del hongo Penicillium, que se puede encontrar en el suelo, los cereales, la fruta podrida y otros lugares.

Con el uso de la penicilina en la década de 1940 se inició la era de los antibióticos, y este hito ha sido reconocido como uno de los mayores avances de la medicina terapéutica.

El descubrimiento de la penicilina y el reconocimiento inicial de su potencial terapéutico ocurrió en el Reino Unido. Sin embargo, debido a la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos desempeñaron un papel crucial en el desarrollo de la producción a gran escala del fármaco. Este proceso terminó con las limitaciones de suministro y permitió que la penicilina estuviera ampliamente disponible y comenzase a salvar vidas.

Alexander Fleming y El Descubrimiento De La Penicilina.
La penicilina marcó el comienzo de la era de los antibióticos. Antes de su descubrimiento no existía un tratamiento eficaz para infecciones como la neumonía, la gonorrea o la fiebre reumática.

Los hospitales estaban llenos de personas con infecciones en sangre, contraídas a raíz de un corte o un rasguño, y los médicos podían hacer poco por ellas, salvo esperar y tener esperanza.

Los antibióticos son compuestos de las bacterias y hongos que producen en forma natural, para matar o inhibir especies microbianas rivales.

Este fenómeno se conoce desde hace mucho tiempo, y podría explicar por qué los antiguos egipcios aplicaban una cataplasma de pan mohoso a las heridas infectadas. Pero no fue hasta 1928 que Alexander Fleming, profesor de bacteriología en el Hospital St. Mary’s de Londres, descubrió la penicilina, el primer antibiótico auténtico.

Antes de irse de vacaciones Fleming estaba trabajando con colonias de estafilococo, una bacteria que causa forúnculos, dolores de garganta y abscesos, y decidió amontonar las placas de Petri con los cultivos en una esquina del laboratorio.

¿Fue una casualidad o el aparente desorden de su laboratorio lo que ayudo a descubrir el arma vital contra las infecciones?

Al regresar de sus vacaciones el 3 de septiembre de 1928 Fleming, descubrió que uno de los cultivos había sido contaminado con un hongo, o moho, la zona alrededor del moho—que luego se identificó como una cepa poco común de Penicillium notatum— era clara, como si el moho hubiera secretado algo que inhibiera el crecimiento bacteriano y alrededor de este había un área vacía donde la colonia de estafilococo había sido destruida, en ese momento comenzó a clasificar placas de Petri que contenían colonias de estafilococos:

Fleming descubrió que su “zumo de moho” era capaz de matar una amplia gama de bacterias dañinas, como estreptococos, meningococos y el bacilo de la difteria. Luego encomendó a sus asistentes, Stuart Craddock y Frederick Ridley, la complicada tarea de aislar la penicilina pura a partir del zumo del moho. Resultó ser un compuesto muy inestable, y los investigadores solo pudieron preparar disoluciones impuras, pero que les servían para continuar trabajando.

Fleming publicó sus hallazgos en el British Journal of Experimental Pathology en junio de 1929, haciendo tan solo una referencia de pasada a los potenciales beneficios terapéuticos de la penicilina.

El programa de experimentos y ensayos clínicos, el equipo necesitaba procesar hasta 500 litros por semana de filtrado de moho. Comenzaron a cultivarlo en una extraña variedad de recipientes, como bañeras, orinales, bidones de leche y latas de comida. Posteriormente, se diseñó un recipiente de fermentación adaptado para facilitar la extracción y, para ahorrar espacio, renovar el caldo por debajo de la superficie del moho.

Contrataron a un equipo de “muchachas de la penicilina”, a las que pagaban 2 libras a la semana, para inocular y cuidar el proceso de fermentación. El laboratorio de Oxford se convirtió en una fábrica de penicilina.

Albert Alexander, se convirtió en el primer receptor de la penicilina de Oxford. Se había rascado un lado de la boca mientras podaba rosas y había desarrollado una infección potencialmente mortal con enormes abscesos en los ojos, la cara y los pulmones. Se le inyectó una dosis de penicilina y, en unos días, se recuperó notablemente.
Lamentablemente, se acabaron los suministros de la droga y murió unos días después.
Sin embargo, se obtuvieron mejores resultados con otros pacientes, y pronto hubo planes para hacer que la penicilina estuviera disponible para las tropas británicas en el campo de batalla.

La guerra y los bombardeos dificultaron la producción industrial de penicilina. Varias empresas británicas, incluidas Glaxo (ahora GlaxoSmithKline) y Kemball Bishop, una empresa londinense que más adelante compró Pfizer, aceptaron el desafío.

Las empresas farmacéuticas y químicas desempeñaron un papel especialmente importante en la solución de los problemas relacionados con el escalado de la fermentación sumergida, que permitieron ir desde una planta piloto hasta la escala de fabricación industrial.
A medida que aumentaba el tamaño de la producción, los científicos de Merck, Pfizer, Squibb y otras empresas se iban enfrentando a nuevos desafíos de ingeniería. John L. Smith, de Pfizer, fue capaz de retratar la complejidad y la incertidumbre que enfrentaron estas empresas durante el proceso de ampliación: “El moho es tan temperamental como un cantante de ópera, los rendimientos son bajos, el aislamiento es difícil, la extracción es un asesinato, la purificación invita al desastre y el ensayo no es satisfactorio”.
Debido a que la penicilina necesita aire para crecer, airear la mezcla de fermentación en tanques tan profundos suponía un problema. Cuando empezó a utilizarse el sirope de maíz como medio de cultivo, el burbujeo de aire estéril a través de la mezcla provocaba la formación de espuma.

Squibb resolvió este problema introduciendo un agente antiespumante, el monoricinolato de glicerilo.

El 1 de marzo de 1944, Pfizer abrió la primera planta comercial para la producción a gran escala de penicilina por cultivo sumergido en Brooklyn, Nueva York.

Mientras tanto, los estudios clínicos, tanto militares como civiles, confirmaban la promesa terapéutica de la penicilina. Se demostró que el fármaco es eficaz en el tratamiento de una amplia variedad de infecciones, incluidas infecciones causadas por estreptococos, estafilococos y gonococos.

El Ejército de los Estados Unidos valoró el uso de la penicilina en el tratamiento de infecciones quirúrgicas y heridas. Los estudios clínicos también demostraron su eficacia contra la sífilis y, en 1944, era el tratamiento principal para esta enfermedad entre las fuerzas armadas de Gran Bretaña y Estados Unidos.

Daniel 12:4
Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.
Glorias y Alabanzas al Dios de Israel. Maranata
Agradecimientos: Adaptado para Internet de “El descubrimiento y desarrollo de la penicilina 1928-1945”, elaborado por la American Chemical Society y la Royal Society of Chemistry (del Reino Unido) en 1999.