Goliat fue un gigante filisteo, personaje bíblico famoso por pelear con David el futuro Rey de Israel.
Tradicionalmente se ha usado el relato bíblico de David y Goliat para ilustrar que en ocasiones el débil también puede vencer al poderoso. Es decir, que aunque sea un combate desigual, siempre hay espacio para milagros o desenlaces inesperados.
Un aspecto importante de esta historia es que Goliat se burlaba del Señor soberano del universo. Estaba desafiando al pueblo de Dios para que se enfrentara a él y le demostrara que su Dios era más poderoso que él. Hasta que David llegó al campamento israelita, no hubo nadie dispuesto a dar un paso en la fe y enfrentarse al gigante. Sin embargo, la fe de David era tan firme que estaba dispuesto a creer que el Señor iría con él y le ayudaría a derrotar a Goliat (1 Samuel 17:36-37). La fe de David surgió de su experiencia de la gracia y la misericordia de Dios en su vida hasta ese momento. El Señor lo había librado de situaciones peligrosas en el pasado, demostrando Su poder y confiabilidad, y David confió en Él para que lo librara del filisteo.
De la historia de David y Goliat podemos aprender que el Dios al que servimos es capaz de derrotar a cualquiera de los gigantes de nuestra vida—miedo, depresión, problemas financieros, dudas en la fe—siempre y cuando lo conozcamos a Él y a Su naturaleza lo suficientemente bien como para dar un paso en la fe. Cuando no sabemos lo que depara el futuro, debemos confiar en Él. Pero no podemos confiar en alguien que no conocemos, así que conocer a Dios a través de Su Palabra edificará nuestra fe en Él.
1 Samuel 17:4
4Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo.