El Rey David reconoció que nadie puede huir de la presencia del Señor.
El Apóstol Pedro se dio cuenta que no había nada más que Jesús para obtener la vida eterna.
Salmos 139:7
7¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Juan 6:67-68
67Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? 68Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.